La idea de la existencia de este síndrome se expuso por vez primera hace sólo unos años. Se describe como un estado en el que el habla se produce con fluidez y es gramaticalmente correcta, pero hay un déficit serio en la comprensión de la misma. Se produce mucha repetición y con frecuencia ecolalia inmediata y retardada. Los niños tienen buena memoria y aprenden a leer precozmente pero con una mala comprensión. El aspecto pragmático del lenguaje es su utilización en la conversación social y su adecuación a las situaciones. Esto es considerablemente deficiente en el síndrome. Algunos tienen intereses particulares y rutinas repetitivas.
Como señalaron Sarah
Lister Brook y Dermot Bowler, que compararon los estudios publicados sobre el
tema, ésta es una descripción de un grupo minoritario entre
los trastornos autistas, que incluye los que se pueden diagnosticar como
síndrome de Asperger. Algunos profesionales que son especialistas en
lingüística o en terapia del lenguaje insisten en que el trastorno
semántico-pragmático puede existir separado del espectro autista. Esto ocurre
normalmente porque se concentran en el lenguaje, sin examinar el patrón de
conducta global y el desarrollo desde la infancia de los niños a los que se da
este diagnóstico. La mayoría de las personas que trabajan en el campo de los
trastornos autistas no consideran que sirva de nada el separar los trastornos
semántico-pragmáticos del espectro autista. La desventaja de hacerlo es el
fallo en el reconocimiento del patrón global de discapacidades del niño y, por
lo tanto, una deficiencia en la consideración de todas sus necesidades. Es también
muy desorientador para los padres.
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