- Manifestaciones lingüísticas:
Existen varias propuestas, pero nos vamos a centrar en
la que hacen Rapin y Allen (1983), por parecernos la más completa. Señalan seis
categorías:
a) Agnosia verbal auditiva. Caracterizada por
una incapacidad para decodificar la fonología. El sujeto entiende poco o nada
de lo que se le dice. Su expresión es nula o casi nula. Puede desarrollar un
lenguaje gestual. Es un cuadro asimilable a los descritos bajo las
denominaciones de afasia congénita mixta o sordera verbal.
b) Dispraxia verbal. El sujeto presenta una
compresión normal, o casi normal, pero con enormes dificultades en la
organización articulatoria de los fonemas y de las palabras. Afecta también a
la prosodia. Los enuncia dos se limitan a una o dos palabras, difícilmente
inteligibles. En su límite extremo el sujeto es completamente mudo, y en este
caso sería asimilable a los cuadros de afasia congénita expresiva o audio-mudez
dispráxica.
c) Déficit de programación fonológica. Como en el
anterior, la comprensión es relativamente normal pero, en este caso, existe una
cierta fluidez de producción, aunque con muy poca claridad, lo que hace casi
ininteligible a estos niños.
d) Déficit fonológico-sintáctico. Corresponde al
cuadro clásicamente descrito como disfasia. Estos sujetos presentan una mejor
comprensión que expresión, pero les cuesta entender cuando el enunciado es
largo o incluye estructuras complejas. En expresión, destacan sus dificultades
de articulación, de fluidez, uso de nexos y marcadores morfológicos por lo que
la sintaxis resulta rudimentaria. A veces la formación secuencia1 de los
enunciados resulta laboriosa.
e) Déficit léxico-sintáctico. Presentan
dificultades de evocación y estabilidad del léxico. Pueden comprender palabras
sueltas pero no frases. La expresión se caracteriza por la abundancia de
muletillas, interrupciones, parafasias, perífrasis y reformulaciones. La
calidad de la expresión empeora cuando tienen que expresar enunciados más
complejos que los simples diálogos cotidianos.
f) Déficit semántico-pragmático. Caracterizado por un
déficit importante de comprensión de las raciones, si bien entienden palabras
aisladas y frases sencillas. Destaca, sobre
todo, la falta de adaptación del lenguaje del sujeto al entorno interactivo,
resultando los ajustes pragmáticos a la situación o al interlocutor deficientes.
- Manifestaciones no lingüísticas
Hacen referencia a otras alteraciones del desarrollo
muy frecuentes en los niños con disfasias. Los aspectos más destacados:
a) Aspectos cognitivos. Llaman la atención las
dificultades en la memoria a corto plazo y el procesamiento secuencial, en
la estructuración del tiempo y el espacio y en
el juego simbólico.
b) Aspectos perceptivos. Sobre todo, tienen
problemas en la discriminación de estímulos auditivos, necesitan mayor tiempo
de latencia para responder y más tiempo en la presentación de
estímulos.
c) Aspectos psicomotores. Algunos pueden
presentar acompañando al retraso del lenguaje dificultades práxicas,
alteraciones en el proceso de lateralización e inmadurez de las destrezas
motoras aunque, a decir de Engel y cols. (1999), hoy estos aspectos
son discutibles.
d) Aspectos conductuales. Alteración de la
capacidad de atención, hiperactividad y en algunos casos alteración de
las relaciones afectivas y del control de las emociones.
En la actualidad, la naturaleza unidireccional o
bidireccional de las relaciones entre las manifestaciones lingüísticas y no
lingüísticas de estos niños es un problema para el cual no existe una
contestación definitiva.
Para detectar la disfasia se suelen combinar test o
escalas con el análisis de registros del lenguaje espontáneo. Las escalas para
estos casos cuyos déficits son tan importantes, nos sirven más para
sistematizar nuestras observaciones que para conseguir una evaluación en
términos cuantitativos, debido a la frecuente heterogeneidad de la evolución de
estos niños. El primer paso en el proceso de diagnóstico, consistirá en
averiguar si nos hallamos ante un trastorno general (puede tratarse de
un trastorno más general de la patología infantil que cursa con alteraciones
del lenguaje) o ante un trastorno especifico. Es decir, se trata
en un primer momento de diferenciar el cuadro de otras entidades patológicas
susceptibles de explicar también una parte o la totalidad de los síntomas.
Es difícil ofrecer un modelo único de intervención
para una dificultad que adopta formas tan diversas. Cada niño y su
necesidad es un caso distinto y sus
síntomas pueden manifestarse de diferentes maneras. Resulta muy práctica la
propuesta que hacen Monfort y Juárez en su libro “Los niños
disfásicos”, presentan tres niveles fundamentales:
1.- El
primer nivel es el de la estimulación reforzada y consiste en la presentación de
los estímulos comunicativos y verbales naturales en un entorno
facilitador, incrementando su estabilidad y aumentando la intensidad de las
interacciones que se establecen con los adultos, con los otros niños, etc.
2.- El segundo es el nivel de reestructuración que incluye las
estrategias dirigidas a facilitar la entrada y salida de la información en los
niños disfásicos, es decir, las que mejorarán el input y el output.
3.- El
tercer nivel se corresponde con la introducción de los sistemas alternativos de comunicación. Cuando
observamos que la comunicación verbal no es posible o se limita a unos niveles
rudimentarios que contrastan con las necesidades y el grado de desarrollo general
del niño, se introducirá algún sistema alternativo que, en unos pocos casos,
será la solución definitiva pero que, en la mayoría de ellos, se transformará
poco a poco en un sistema aumentativo, integrándose entonces en el conjunto de
medidas previstas por el segundo nivel.
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